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El malestar de los varones

Carlos Alberto Barzani, Alejandro Vainer

En la prueba cotidiana que es la nuestra, la rebeldía representa el mismo papel que el cogito en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lugar común que funda en todos los hombres el primer valor. 
Me rebelo, luego existimos.

Albert Camus, El hombre rebelde

Introducción

El régimen del patriarcado nos atraviesa a todxs de diversas formas. Nuestras pertenencias de clase, grupo social y generación son determinantes de la producción de nuestra subjetividad. En cuanto al género, ser varón continúa siendo un privilegio. Sea cual fuera nuestro lugar en el mundo en el capitalismo tardío, los varones cis1 aún tenemos prerrogativas por sobre otros géneros (mujeres, trans, no binaries).

El patriarcado está en crisis, fruto de luchas que empezaron hace más de 150 años, en su mayoría con mujeres socialistas, anarquistas y comunistas.2 La lucha por una sociedad más justa implicaba e implica también la igualdad de los géneros. Sin embargo, éstas tienen y han tenido dos límites. Por un lado, en relación a la ruptura de la estructura socioeconómica ya que esos avances siempre han sido parciales y localizados dentro de ciertos sectores socioeconómicos. Por otro lado, en esos años, esas luchas en amplios sectores de izquierda han sido minoritarias porque quedaban subsumidas a hacer primero la revolución (que derribara al capitalismo). La mayor parte de la izquierda continuaba siendo patriarcal, como el resto de la sociedad. Un largo y sinuoso camino que lleva al día de hoy, donde las diversas luchas han conseguido numerosos logros en algunos lugares del planeta. Falta mucho aún, y nos parece una ilusión llegar a la igualdad de géneros en un mundo cada vez más desigual en el seno del capitalismo tardío si no se logra articular una lucha bifronte, donde se aúnen rupturas de las estructuras capitalistas conjuntamente con las del patriarcado, ya que ambas están íntimamente intrincadas y una sostiene a la otra.

Nos parece una ilusión llegar a la igualdad de géneros en un mundo cada vez más desigual en el seno del capitalismo tardío si no se logra articular una lucha bifronte, donde se aúnen rupturas de las estructuras capitalistas conjuntamente con las del patriarcado

En cuanto a la crisis del patriarcado implica diversos malestares por los que es necesario transitar. En este texto nos centraremos en cómo afecta a los varones cis. Nos ocuparemos de aquéllos que, manteniendo un lugar privilegiado, tienen diversos efectos por los temblores de dicho lugar.

Apuntamos a los varones porque es uno de los eslabones para transformar el sistema patriarcal. Vale recordar, y lo veremos a continuación, que estas luchas tienen que articular el conjunto del colectivo social y simultáneamente tener como objetivo resquebrajar el entramado de patriarcado y capitalismo.

Algunas definiciones

¿De qué hablamos cuando hablamos de subjetividad? Partimos del concepto de Enrique Carpintero, que postula una corposubjetividad, construida por el anudamiento del aparato orgánico, el aparato psíquico y el aparato cultural.3 Nos permite entender la complejidad que articula la historia personal, la clase social, los grupos sociales de pertenencia, las generaciones y los géneros. Partir del concepto de corposubjetividad conjuga la articulación de lo orgánico, lo psíquico y lo social y nos permite salir del impasse del biologicismo, el sociologismo y el psicologismo. En este caso, la relación entre “varón” y “masculinidad”. “Varón” implica una categoría sexual y política en la que somos construidos, y nos construimos, a partir del dispositivo de masculinidad, por el solo hecho de haber nacido con pene, y que varía en cada época, en cada clase social, en cada grupo, en cada lugar del planeta, en cada historia particular.4 Se trata de una máquina de producción de varones que apunta a cierta uniformidad y que a su vez tienen un beneficio relacional, es decir, la contrapartida de ser varón tiene beneficios, aún más si es blanco y de clase media/media alta.

El malestar de los varones no solo implica hablar de los diferentes malestares subjetivos experimentados por los varones, sino especialmente, aquellos provocados por haber sido subjetivados bajo un modelo patriarcal tradicional que está en crisis. Nos referimos al “malestar en la cultura” del cual habla Freud incorporando el concepto de subjetividad. En nuestras sociedades del capitalismo tardío no hay espacio-soporte de la pulsión de muerte, esto implica mayores efectos de la violencia destructiva y autodestructiva, produciendo un creciente malestar subjetivo.5 La crisis del patriarcado está produciendo malestares “corposubjetivos” en los varones, ya que todo el entramado identificatorio está en cuestión. En muchos casos, los “hijos sanos del patriarcado” tramitan este malestar tomando como objeto de violencia destructiva a otrxs: mujeres, niñxs, varones más “débiles”, gays, lesbianas, trans.

Un factor central es el interjuego de las identificaciones de los varones. La base de lo que se denomina “identidad de género”, implica qué entendemos por identificaciones. El aporte psicoanalítico en la constitución (y posibilidades de modificación) de nuestra identidad de género nos lleva a definir este mecanismo. La identidad de género toma forma a partir del conjunto de identificaciones tempranas. Y se transforma (o no) a lo largo de la vida en el seno de una cultura determinada que va modificándose. Si los valores que implican ser varón se transforman en los grupos y sociedades, se producirá una disonancia a resolver por los varones. Pueden ser varios los caminos: desde la regresión a una masculinidad tradicional, un conflicto entre diferentes “masculinidades” que dará una serie posible de sintomatologías, hasta una transformación de estas identificaciones.

Sobremortalidad de los varones

Según datos de la OPS, en Latinoamérica los varones vivimos entre 5 y 6 años menos que las mujeres; existe una sobremortalidad de los varones que comienza a acentuarse durante la adolescencia y llega a triplicarse en la edad adulta temprana

La construcción de la subjetividad de los varones en occidente está íntimamente vinculada con llevar adelante prácticas temerarias y de exposición a situaciones de riesgo y además con el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, que a su vez suele facilitar comportamientos de riesgo donde son sinónimos de ser más “macho” (entre muchos ejemplos: manejar alcoholizados, trabajar sin parar o no usar preservativos). Asimismo, la normativa de género -aun hoy- sigue prescribiendo que los varones debemos cumplir con un rol de proveedor económico y social, siendo sancionados cuando no podemos o no queremos cumplir con dicho rol. Esto genera perfiles epidemiológicos específicos a causa de la sobrecarga laboral.

Según datos de la OPS, en Latinoamérica los varones vivimos entre 5 y 6 años menos que las mujeres; existe una sobremortalidad de los varones que comienza a acentuarse durante la adolescencia y llega a triplicarse en la edad adulta temprana. Veamos algunos datos concretos respecto de porcentajes diferenciales varón/mujer en cuanto a causas de muerte: homicidios 88%, ahogamientos 82%, exposición a fuerzas mecánicas 81 %, consumo de alcohol 86%, accidentes viales 76%, suicidios 77%, cirrosis de hígado 70%.6 En la misma línea, según el Ministerio de Salud de Argentina en cuanto a muertes por causas externas existe un diferencial del 80 % en detrimento de los varones en el rango etario de 10 a 19 años.7

Las expectativas relativas a nuestro rol social, -no quejarnos de los dolores, por ejemplo- nos inhibe y/o minimiza en los varones, la capacidad de registro de nuestros propios malestares, lo cual tiene efectos nefastos en la detección precoz de enfermedad. En particular, solo tres de cada 10 varones mayores de 50 años se hace el chequeo anual para prevenir el cáncer de próstata y el 75% de los que nunca se lo realizaron tampoco están considerando hacerlo, según un relevamiento difundido por la Fundación Atención Comunitaria Integral (Aciapo).8 Aquí también interviene lo que podríamos llamar “la virginidad” y consiguiente clausura del ano en el varón heterosexual y en algunos varones que tienen sexo con hombres apuntalada por el dispositivo de masculinidad.9

Débora Tajer señala que si abordamos la salud de mujeres y varones desde una perspectiva de equidad de género veremos que los problemas femeninos están basados en su mayoría en cuestiones relativas al empoderamiento y carencia de recursos y las problemáticas de los varones están vinculadas a los costos de poder sostener o no la hegemonía.10

Los datos esbozados podrían llevarnos a percibirnos a los varones como “pobres víctimas” del patriarcado; si bien “pertenecer” tiene sus privilegios, también tiene sus costos.

Nos morimos antes y “abandonamos” a las mujeres e hijxs o bien nos tienen que cuidar debido a enfermedades (parejas, madres, hermanas, hijas, enfermeras, según corresponda). Porque los cuidados siguen siendo una sobrecarga para el género femenino

Los varones tenemos morbimortalidad más alta. Pero ¿los cuidados quienes los gestionan?: las mujeres que nos rodean. Nos morimos antes y “abandonamos” a las mujeres e hijxs o bien nos tienen que cuidar debido a enfermedades (parejas, madres, hermanas, hijas, enfermeras, según corresponda). Porque los cuidados siguen siendo una sobrecarga para el género femenino. No solo en el caso de parejas heterosexuales, sino incluso al interior de algunas parejas gays donde uno de sus integrantes ocupa ese rol de cuidador de modo preponderante.

La crisis subjetiva e identificatoria de los varones

Nacemos en el seno de un desvalimiento originario, donde el Primer otro constituye el espacio-soporte de la muerte-como-pulsión. Los Primeros otros, insertos en una cultura, son quienes nos preservan y nos ofrecen los instrumentos necesarios para nuestro desarrollo. A la vez, los otros son modelos de identificaciones que conforman nuestra identidad y, por lo tanto, nuestra identidad de género. Este precipitado de identificaciones, implica sedimentos de nuestras diferentes capas identificatorias a lo largo de nuestra vida. Freud en Psicología de masas y análisis del Yo, inicia el capítulo sobre “La identificación” hablando de los varones: “el psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito manifiesta un particular interés hacia su padre; querría crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos. Digamos, simplemente: toma al padre como su ideal. Esta conducta nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre (y hacia el varón en general); al contrario, es masculina por excelencia.”11 Allí tenemos varias cuestiones para la prehistoria de las identificaciones de los varones cis en relación a la identidad de género, que se va contorneando con los demás tipos de identificación con otros varones, y también con los diversos modelos culturales sobre la masculinidad (de acuerdo a los valores en cada clase y grupo social). En nuestras sociedades en particular, el dispositivo de masculinidad implica, además, el rechazo de todo lo que tiene que ver con lo considerado “femenino”. La complejidad de la identidad de género de los varones se sitúa en que no solamente se debe a la “socialización”, sino a una trama inconsciente de identificaciones.12

La crisis del patriarcado implica una necesaria crisis de los varones. Pero estas crisis no afectan a todos los varones por igual. La construcción de la identidad de género es fruto de esta compleja gama de identificaciones solidaria con la generación, el grupo social, la familia y la clase de pertenencia. Estas huellas se inscriben en una historia singular de precipitados de identificaciones primarias y secundarias con diversos varones (padres, abuelos, hermanos, tíos, pares, ídolos juveniles, etc.). Pero también con diversos afluentes que van desde lo que el propio grupo social de pertenencia considera ser “un varón” hasta lo que las mujeres de la familia y los grupos secundarios consideran (consciente e inconscientemente) qué es ser “un varón” y qué es lo masculino. Todas estas huellas corporales inter y transubjetivas construyen el propio modo de ser varón, que se va tallando a lo largo de la vida, de acuerdo a los momentos sociales e históricos y la propia singularidad. La orientación sexual (varones heterosexuales, varones gays, y demás posibilidades) también modifica aquello que vivenciamos por “ser varón”.

La complejidad de la identidad de género de los varones se sitúa en que no solamente se debe a la “socialización”, sino a una trama inconsciente de identificaciones

Los diversos valores que aluden a la masculinidad tradicional entraron en crisis. Con lo cual, el modelo de varón en el cual fuimos construidos también. La ecuación varón=machista=patriarcal involucra el cuestionamiento de la masculinidad tal como la conocemos. Tiene sus virtudes, ya que permite visibilizar cómo hasta el propio proletario puede ser parte de la clase opresora de las diferentes mujeres que lo rodean. Del mismo modo, los varones gays “masculinos” de clase media y media alta pueden usufructuar de muchos de los privilegios que tienen los varones heterosexuales siempre y cuando su orientación sexual no sea ostensible. Por otro lado, los varones heterosexuales, gays y bisexuales muchas veces rechazan a otros varones a quienes consideran “subalternos”, “poco hombre”, o lisa y llanamente “maricones” debido a que no serían lo “suficientemente” masculinos. A pesar de la crisis del patriarcado, hay una pregunta que bien vale pena hacerse: ¿cuál es el grado de la llamada “feminidad” que es aceptado hoy en día por un varón?

Una primera división entre varones puede ser considerarlos de acuerdo a su relación con el patriarcado: varones tradicionales, transicionales e innovadores.13 Si bien la divisoria es esquemática y no abarca la complejidad de nuestra corposubjetividad, nos permite avanzar en cómo el patriarcado atraviesa de distinta forma a los varones cis.

El punto a dilucidar es cómo se construyen y crean nuevas referencias identificatorias dado que parte de nuestra identidad queda cuestionada por ser parte de la “clase opresora” del patriarcado. También implica diversos fenómenos defensivos ante esta crisis. Una posibilidad es la regresión hacia una masculinidad tradicional, que refuerza la identidad masculina patriarcal, rechazando todo rasgo considerado femenino o de debilidad. Esto ocurre tanto en los varones heterosexuales como en ciertos sectores de varones gays (por ejemplo, Sáez y Carrascosa señalan cómo ciertas subculturas gays hipermasculinas se han apropiado del placer anal, pero no de la feminidad14). También puede suceder lo contrario: la demonización de cualquier rasgo “masculino” por considerarlo “patriarcal”.

Nos parece que la propuesta de “deconstrucción” de la masculinidad simplifica y obstaculiza la transformación de los varones

A partir de estos desarrollos, nos parece que la propuesta de “deconstrucción” de la masculinidad simplifica y obstaculiza la transformación de los varones. Se parte de un concepto de Jacques Derrida para el análisis del lenguaje que deja sin cuerpo a la complejidad de esta construcción. La propuesta de deconstrucción implica desarmar la masculinidad (tradicional). Si no se toma cómo nos construimos a partir de estas complejas identificaciones, en su mayor parte inconscientes, será una utopía transformarla a nivel del lenguaje y del voluntarismo. ¿Qué es “deconstruirnos”? ¿Y qué tenemos a cambio? ¿Demostrar que uno no es opresor todo el tiempo? El camino “progre” de asumir que “no estoy lo suficientemente deconstruido” conlleva “buenas intenciones”, pero no alcanza, ya que se mantiene en el plano de la voluntad y la buena consciencia. La exacerbación de la masculinidad tradicional como su desmontaje -cuyo sentido estaría definido en gran medida solamente por un rechazo del pasado- resultan propuestas empobrecedoras. Por otro lado, ¿qué significa deconstruir la masculinidad de una persona? ¿se puede deconstruir una persona como se deconstruye un discurso? En todo caso, la cuestión es cómo podemos lograr que los varones nos paremos de otra manera en relación a las diversas mujeres y a otros varones. Finalmente, hay un síntoma revelador: no hay colectivos de mujeres en luchas que hablen de la “deconstrucción de la feminidad”. No hace falta el concepto de “deconstrucción” cuando hay un horizonte claro de luchas y se van transformando las identificaciones en dicho camino.

La propuesta de despatriarcalización de varones, mujeres y otrxs permite definir la problemática y no la ilusión de “deconstruirnos” sin horizonte de lucha contra el patriarcado

En todos los casos, la problemática implica los malestares de los varones cis a raíz de la entrada en crisis del patriarcado y con éste el dispositivo de masculinidad dado, que es por así decir, su brazo armado. Además de los indicadores de morbimortalidad, tenemos indicadores clínicos psicoanalíticos singulares: desvalorización sistemática de lo femenino y las mujeres de su entorno y crisis de pareja motivadas por los micromachismos15 cotidianos, angustia, temores, violencia destructiva y autodestructiva, etc. Para comprender la dimensión de este malestar podemos considerar qué sucedió con los sujetos socializados para el llamado “Estado de Bienestar” y que tuvieron que vivir el pasaje a esta fase neoliberal del capitalismo, tal como lo describe Richard Sennett en La corrosión del carácter.16 Frente a esta “corrosión” de la masculinidad “tradicional” encontramos malestar y varios intentos (fallidos) de solución. Desde un refuerzo retrógrado de la masculinidad tradicional hasta las salidas “progresistas” que implican renegar de toda la masculinidad ya que hay que “deconstruirla” debido a la ecuación varón=patriarcal. La frase “no estoy suficientemente deconstruido” implica la culpabilización por no quitarse lo suficiente de macho tradicional… Pero nuevamente, ¿qué tenemos por delante? ¿Cuál es el proyecto como varones? La propuesta de despatriarcalización de varones, mujeres y otrxs permite definir la problemática y no la ilusión de “deconstruirnos” sin horizonte de lucha contra el patriarcado. Más de 150 años son suficientes para trazar genealogías, hacer necesarias críticas ante intentos fallidos y tener un capital simbólico necesario para la transformación de los varones cis. Pero esto no será sin luchas colectivas en las que estemos incluidos todxs: varones cis, mujeres cis, varones y mujeres trans, no binaries, etc. ¿Por qué las luchas producen transformaciones subjetivas? Porque producen experiencias que transforman el núcleo de las identificaciones de nuestra corposubjetividad.

No hay colectivos de mujeres en luchas que hablen de la “deconstrucción de la feminidad”. No hace falta el concepto de “deconstrucción” cuando hay un horizonte claro de luchas y se van transformando las identificaciones en dicho camino

Allí podemos, una vez más, aprender de los movimientos de mujeres, del colectivo lgbti+ (y en particular el movimiento trans) donde en las luchas han surgido y continúan surgiendo nuevas identificaciones, donde permiten rescatar otras formas de ser mujer: incluirse en un colectivo, trazar genealogías. Las transformaciones las palpamos en varios eventos: los efectos de las luchas por el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y por el cupo laboral trans y lo que esto posibilitó en lesbianas, gays y trans. Las luchas también instauran y rescatan genealogías. Al igual que las luchas de las mujeres tiene una historia de casi dos siglos, la lucha del movimiento lgtbi+ tampoco surge de la nada, implicó también rescatar las luchas de los llamados “pioneros” de la segunda mitad del del Siglo XIX (Karl Ulrichs, Karl-Maria Kertbeny, etc.) y más acá en el tiempo y en la Argentina, la del FLH. En el caso de las luchas del colectivo trans, el rescate de las figuras de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson en la rebelión de Stonewall solo para dar algunos ejemplos.

En síntesis, las luchas producen procesos inconscientes de transformación en las identificaciones en el propio núcleo de identidad de género. Esto permite hacer nuevas historias, donde se encuentran referencias identificatorias más allá de las que aportan los otros de los primeros cuidados.

Hay una renegación de la genealogía de los varones que hemos luchado contra el patriarcado, que justamente son bifrontes: contra el capitalismo y el patriarcado.17 Sin luchas bifrontes y sin genealogías, los varones quedamos huérfanos de herencias de otros varones cis para luchar contra el patriarcado. Solamente buenas intenciones de la ilusión de la “deconstrucción” en el plano voluntarista y consciente, sumado al mandato superyoico de ser más “justos” y “buenos”.18

Nuevos caminos

El malestar de los varones cis se expresa en distintos planos: la morbimortalidad, la violencia destructiva y autodestructiva. La mayoría de nosotros fue subjetivado para sociedades patriarcales en diverso grado. Si bien entraron en crisis, el fundamento de las identificaciones nos permite avizorar que serán necesarias luchas donde se produzcan novedosas identificaciones que permitan transformaciones subjetivas. Lo que está sucediendo en los últimos años con los movimientos de mujeres y de lgbti+ permite articular cómo las luchas sociales producen nuevas identificaciones a partir de logros. Así como la lucha contra la homofobia es a través de una perspectiva bifronte y articulada (la social y la instalada en nuestra propia subjetividad), la lucha contra el dispositivo de masculinidad del patriarcado también lo es. Los varones cis (tanto hetero, bisexuales como gays) que pretendemos vínculos democráticos y con equidad de género tenemos que visibilizar nuestros propios puntos ciegos siempre agazapados en nuestra corposubjetividad. Es decir, despatriarcalizarla. Tomar dichos caminos de luchas bifrontes contra el patriarcado y el capitalismo, rescatando herencias, permitirán transformar nuestros malestares en potencias.

Notas

1. Cis o cisgénero se refiere a las personas cuya identidad de género concuerda con el género asignado al nacer, es decir, quienes no son trans.

2. Flora Tristán (1803-1844) consideraba que las mujeres eran las “proletarias de los propios proletarios”, y conjugaba socialismo y feminismo. Carlos Marx defendió sus ideas y la necesaria conjunción de feminismo y socialismo.

3. Carpintero, Enrique, “La corporsubjetividad”, en El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Topía, Bs. As., 2014.

4. Cf. Fabbri, Luciano, “Género, masculinidad(es) y salud de los varones. Politizar las miradas” en Fundación Soberanía Sanitaria (comps.) Salud Feminista. Soberanía de los cuerpos, poder y territorio, Buenos Aires, Tinta Limón, 2019.

5. Carpintero, Enrique, op. cit.

6. OPS, Masculinidades y salud en la Región de las Américas, Washington D.C., OPS, 2019.

7. Ministerio de Salud de Argentina, Abordaje de la morbimortalidad adolescente por causas externas, Buenos Aires, 2017.

8. Fuente: Telam, https://www.telam.com.ar/notas/202106/557274-diagnostico-cancer-de-prost...

9. Cf. Barzani, Carlos (comp.), Actualidad de Erotismo y Pornografía, Topía, Buenos Aires, 2015, p. 86.

10. Tajer, Débora, “Construyendo una agenda de género en las políticas públicas de salud” en Tajer, Débora (comp.), Género y Salud. Las políticas en acción, Lugar, Buenos Aires, 2012, p. 20.

11. Freud, Sigmund, “Psicología de las masas y análisis del Yo” (1921), en Obras Completas, Amorrortu, Bs. As., 1979.

12. En este punto seguimos los desarrollos freudianos de Enrique Carpintero, con su propuesta de “el giro del psicoanálisis”, que conjugan los avances que vienen desde Robert Stoller y Emilce Dio Bleichmar sobre la cuestión de identidad de género.

13. Tajer, Débora, Psicoanálisis para todxs. Por una clínica pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial, Topía, Bs. As., 2020.

14. Saéz, Javier y Carrascosa, Sejo, “Leathers, osos y masculinidad” en Por el culo, Egales, Barcelona, 2011.

15. Luis Bonino define los micromachismos como comportamientos manipulativos (sutiles, casi imperceptibles) que inducen a la mujer -a la que son destinados- a comportarse de un modo que perpetúa sus roles tradicionales de género, con el interés no expresado de conservar la posición superior y de dominio, incluso y en varones considerados “innovadores”. Bonino, Luis, “Los micromachismos” en Revista La Cibeles Nº 2, Madrid, 2004.

16. Sennett, Richard, La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Anagrama, Barcelona, 2000.

17. Vainer, Alejandro, “La ilusión de la deconstrucción de los varones. Tras las huellas de los que lucharon contra el patriarcado”, en Revista Topía Nº87, Buenos Aires, noviembre 2019. También en https://www.topia.com.ar/articulos/ilusion-deconstruccion-varones

18. Por ejemplo, ver Jablonka, Iván, Hombres justos. Del patriarcado a las nuevas masculinidades, Del Zorzal y Anagrama, Bs. As., 2020. Bacete, Rixtar, Nuevos hombres buenos. La masculinidad en la era del feminismo, Ediciones Península, Barcelona, 2017.


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