Carlos
Alberto Barzani, Alejandro
Vainer
En la prueba cotidiana que es la nuestra, la rebeldía
representa el mismo papel que el cogito en el orden del pensamiento:
es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su
soledad. Es un lugar común que funda en todos los hombres el primer
valor.
Me rebelo, luego existimos.
Albert
Camus, El hombre rebelde
Introducción
El régimen del patriarcado nos atraviesa a todxs de diversas
formas. Nuestras pertenencias de clase, grupo social y generación
son determinantes de la producción de nuestra subjetividad. En
cuanto al género, ser varón continúa siendo un privilegio. Sea
cual fuera nuestro lugar en el mundo en el capitalismo tardío, los
varones cis1 aún tenemos prerrogativas por sobre otros géneros
(mujeres, trans, no binaries).
El patriarcado está en crisis, fruto de luchas que empezaron
hace más de 150 años, en su mayoría con mujeres socialistas,
anarquistas y comunistas.2 La lucha por una sociedad más justa
implicaba e implica también la igualdad de los géneros. Sin
embargo, éstas tienen y han tenido dos límites. Por un lado, en
relación a la ruptura de la estructura socioeconómica ya que esos
avances siempre han sido parciales y localizados dentro de ciertos
sectores socioeconómicos. Por otro lado, en esos años, esas luchas
en amplios sectores de izquierda han sido minoritarias porque
quedaban subsumidas a hacer primero la revolución (que derribara al
capitalismo). La mayor parte de la izquierda continuaba siendo
patriarcal, como el resto de la sociedad. Un largo y sinuoso camino
que lleva al día de hoy, donde las diversas luchas han conseguido
numerosos logros en algunos lugares del planeta. Falta mucho aún, y
nos parece una ilusión llegar a la igualdad de géneros en un mundo
cada vez más desigual en el seno del capitalismo tardío si no se
logra articular una lucha bifronte, donde se aúnen
rupturas de las estructuras capitalistas conjuntamente con las del
patriarcado, ya que ambas están íntimamente intrincadas y una
sostiene a la otra.
Nos parece una ilusión llegar a la igualdad de géneros
en un mundo cada vez más desigual en el seno del capitalismo tardío
si no se logra articular una lucha bifronte, donde se aúnen
rupturas de las estructuras capitalistas conjuntamente con las del
patriarcado
En cuanto a la crisis del patriarcado implica diversos malestares
por los que es necesario transitar. En este texto nos centraremos en
cómo afecta a los varones cis. Nos ocuparemos de aquéllos que,
manteniendo un lugar privilegiado, tienen diversos efectos por los
temblores de dicho lugar.
Apuntamos a los varones porque es uno de los eslabones
para transformar el sistema patriarcal. Vale recordar, y lo veremos
a continuación, que estas luchas tienen que articular el conjunto
del colectivo social y simultáneamente tener como objetivo
resquebrajar el entramado de patriarcado y capitalismo.
Algunas definiciones
¿De qué hablamos cuando hablamos de subjetividad? Partimos del
concepto de Enrique Carpintero, que postula una corposubjetividad,
construida por el anudamiento del aparato orgánico, el
aparato psíquico y el aparato cultural.3 Nos permite entender la
complejidad que articula la historia personal, la clase social, los
grupos sociales de pertenencia, las generaciones y los géneros.
Partir del concepto de corposubjetividad conjuga la articulación de
lo orgánico, lo psíquico y lo social y nos permite salir del
impasse del biologicismo, el sociologismo y el
psicologismo. En este caso, la relación entre “varón” y
“masculinidad”. “Varón” implica una categoría sexual y
política en la que somos construidos, y nos construimos, a partir
del dispositivo de masculinidad, por el solo hecho de haber nacido
con pene, y que varía en cada época, en cada clase social, en cada
grupo, en cada lugar del planeta, en cada historia particular.4 Se
trata de una máquina de producción de varones que apunta a cierta
uniformidad y que a su vez tienen un beneficio relacional, es decir,
la contrapartida de ser varón tiene beneficios, aún más si es
blanco y de clase media/media alta.
El malestar de los varones no solo implica
hablar de los diferentes malestares subjetivos experimentados por
los varones, sino especialmente, aquellos provocados por haber sido
subjetivados bajo un modelo patriarcal tradicional que está en
crisis. Nos referimos al “malestar en la cultura” del cual habla
Freud incorporando el concepto de subjetividad. En nuestras
sociedades del capitalismo tardío no hay espacio-soporte de la
pulsión de muerte, esto implica mayores efectos de la violencia
destructiva y autodestructiva, produciendo un creciente malestar
subjetivo.5 La crisis del patriarcado está produciendo malestares
“corposubjetivos” en los varones, ya que todo el entramado
identificatorio está en cuestión. En muchos casos, los “hijos
sanos del patriarcado” tramitan este malestar tomando como objeto
de violencia destructiva a otrxs: mujeres, niñxs, varones más
“débiles”, gays, lesbianas, trans.
Un factor central es el interjuego de las identificaciones
de los varones. La base de lo que se denomina “identidad
de género”, implica qué entendemos por identificaciones. El
aporte psicoanalítico en la constitución (y posibilidades de
modificación) de nuestra identidad de género nos lleva a definir
este mecanismo. La identidad de género toma forma a partir del
conjunto de identificaciones tempranas. Y se transforma (o no) a lo
largo de la vida en el seno de una cultura determinada que va
modificándose. Si los valores que implican ser varón se
transforman en los grupos y sociedades, se producirá una disonancia
a resolver por los varones. Pueden ser varios los caminos: desde la
regresión a una masculinidad tradicional, un conflicto entre
diferentes “masculinidades” que dará una serie posible de
sintomatologías, hasta una transformación de estas
identificaciones.
Sobremortalidad de los varones
Según datos de la OPS, en Latinoamérica los varones
vivimos entre 5 y 6 años menos que las mujeres; existe una
sobremortalidad de los varones que comienza a acentuarse durante la
adolescencia y llega a triplicarse en la edad adulta temprana
La construcción de la subjetividad de los varones en occidente
está íntimamente vinculada con llevar adelante prácticas
temerarias y de exposición a situaciones de riesgo y además con el
consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, que a su vez
suele facilitar comportamientos de riesgo donde son sinónimos de
ser más “macho” (entre muchos ejemplos: manejar alcoholizados,
trabajar sin parar o no usar preservativos). Asimismo, la normativa
de género -aun hoy- sigue prescribiendo que los varones debemos
cumplir con un rol de proveedor económico y social, siendo
sancionados cuando no podemos o no queremos cumplir con dicho rol.
Esto genera perfiles epidemiológicos específicos a causa de la
sobrecarga laboral.
Según datos de la OPS, en Latinoamérica los varones vivimos
entre 5 y 6 años menos que las mujeres; existe una sobremortalidad
de los varones que comienza a acentuarse durante la adolescencia y
llega a triplicarse en la edad adulta temprana. Veamos algunos datos
concretos respecto de porcentajes diferenciales varón/mujer en
cuanto a causas de muerte: homicidios 88%, ahogamientos 82%,
exposición a fuerzas mecánicas 81 %, consumo de alcohol 86%,
accidentes viales 76%, suicidios 77%, cirrosis de hígado 70%.6 En
la misma línea, según el Ministerio de Salud de Argentina en
cuanto a muertes por causas externas existe un diferencial del 80 %
en detrimento de los varones en el rango etario de 10 a 19 años.7
Las expectativas relativas a nuestro rol social, -no quejarnos de
los dolores, por ejemplo- nos inhibe y/o minimiza en los varones, la
capacidad de registro de nuestros propios malestares, lo cual tiene
efectos nefastos en la detección precoz de enfermedad. En
particular, solo tres de cada 10 varones mayores de 50 años se hace
el chequeo anual para prevenir el cáncer de próstata y el 75% de
los que nunca se lo realizaron tampoco están considerando hacerlo,
según un relevamiento difundido por la Fundación Atención
Comunitaria Integral (Aciapo).8 Aquí también interviene lo que
podríamos llamar “la virginidad” y consiguiente clausura del
ano en el varón heterosexual y en algunos varones que tienen sexo
con hombres apuntalada por el dispositivo de masculinidad.9
Débora Tajer señala que si abordamos la salud de mujeres y
varones desde una perspectiva de equidad de género veremos que los
problemas femeninos están basados en su mayoría en cuestiones
relativas al empoderamiento y carencia de recursos y las
problemáticas de los varones están vinculadas a los costos de
poder sostener o no la hegemonía.10
Los datos esbozados podrían llevarnos a percibirnos a los
varones como “pobres víctimas” del patriarcado; si bien
“pertenecer” tiene sus privilegios, también tiene sus costos.
Nos morimos antes y “abandonamos” a las mujeres e
hijxs o bien nos tienen que cuidar debido a enfermedades (parejas,
madres, hermanas, hijas, enfermeras, según corresponda). Porque los
cuidados siguen siendo una sobrecarga para el género femenino
Los varones tenemos morbimortalidad más alta. Pero ¿los
cuidados quienes los gestionan?: las mujeres que nos rodean. Nos
morimos antes y “abandonamos” a las mujeres e hijxs o bien nos
tienen que cuidar debido a enfermedades (parejas, madres, hermanas,
hijas, enfermeras, según corresponda). Porque los cuidados siguen
siendo una sobrecarga para el género femenino. No solo en el caso
de parejas heterosexuales, sino incluso al interior de algunas
parejas gays donde uno de sus integrantes ocupa ese rol de cuidador
de modo preponderante.
La crisis subjetiva e identificatoria de los varones
Nacemos en el seno de un desvalimiento originario, donde el
Primer otro constituye el espacio-soporte de la muerte-como-pulsión.
Los Primeros otros, insertos en una cultura, son quienes nos
preservan y nos ofrecen los instrumentos necesarios para nuestro
desarrollo. A la vez, los otros son modelos de identificaciones que
conforman nuestra identidad y, por lo tanto, nuestra identidad de
género. Este precipitado de identificaciones, implica sedimentos de
nuestras diferentes capas identificatorias a lo largo de nuestra
vida. Freud en Psicología de masas y análisis del Yo, inicia
el capítulo sobre “La identificación” hablando de los varones:
“el psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana
exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona.
Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El
varoncito manifiesta un particular interés hacia su padre; querría
crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos.
Digamos, simplemente: toma al padre como su ideal. Esta conducta
nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre
(y hacia el varón en general); al contrario, es masculina por
excelencia.”11 Allí tenemos varias cuestiones para la prehistoria
de las identificaciones de los varones cis en relación a la
identidad de género, que se va contorneando con los demás tipos de
identificación con otros varones, y también con los diversos
modelos culturales sobre la masculinidad (de acuerdo a los valores
en cada clase y grupo social). En nuestras sociedades en particular,
el dispositivo de masculinidad implica, además, el rechazo de todo
lo que tiene que ver con lo considerado “femenino”. La
complejidad de la identidad de género de los varones se sitúa en
que no solamente se debe a la “socialización”, sino a una trama
inconsciente de identificaciones.12
La crisis del patriarcado implica una necesaria crisis de los
varones. Pero estas crisis no afectan a todos los varones por igual.
La construcción de la identidad de género es fruto de esta
compleja gama de identificaciones solidaria con la generación, el
grupo social, la familia y la clase de pertenencia. Estas huellas se
inscriben en una historia singular de precipitados de
identificaciones primarias y secundarias con diversos varones
(padres, abuelos, hermanos, tíos, pares, ídolos juveniles, etc.).
Pero también con diversos afluentes que van desde lo que el propio
grupo social de pertenencia considera ser “un varón” hasta lo
que las mujeres de la familia y los grupos secundarios consideran
(consciente e inconscientemente) qué es ser “un varón” y qué
es lo masculino. Todas estas huellas corporales inter y
transubjetivas construyen el propio modo de ser varón, que se va
tallando a lo largo de la vida, de acuerdo a los momentos sociales e
históricos y la propia singularidad. La orientación sexual
(varones heterosexuales, varones gays, y demás posibilidades)
también modifica aquello que vivenciamos por “ser varón”.
La complejidad de la identidad de género de los varones
se sitúa en que no solamente se debe a la “socialización”,
sino a una trama inconsciente de identificaciones
Los diversos valores que aluden a la masculinidad tradicional
entraron en crisis. Con lo cual, el modelo de varón en el cual
fuimos construidos también. La ecuación varón=machista=patriarcal
involucra el cuestionamiento de la masculinidad tal como la
conocemos. Tiene sus virtudes, ya que permite visibilizar cómo
hasta el propio proletario puede ser parte de la clase opresora de
las diferentes mujeres que lo rodean. Del mismo modo, los varones
gays “masculinos” de clase media y media alta pueden usufructuar
de muchos de los privilegios que tienen los varones heterosexuales
siempre y cuando su orientación sexual no sea ostensible. Por otro
lado, los varones heterosexuales, gays y bisexuales muchas veces
rechazan a otros varones a quienes consideran “subalternos”,
“poco hombre”, o lisa y llanamente “maricones” debido a que
no serían lo “suficientemente” masculinos. A pesar de la crisis
del patriarcado, hay una pregunta que bien vale pena hacerse: ¿cuál
es el grado de la llamada “feminidad” que es aceptado hoy en día
por un varón?
Una primera división entre varones puede ser considerarlos de
acuerdo a su relación con el patriarcado: varones tradicionales,
transicionales e innovadores.13 Si bien la divisoria es esquemática
y no abarca la complejidad de nuestra corposubjetividad, nos permite
avanzar en cómo el patriarcado atraviesa de distinta forma a los
varones cis.
El punto a dilucidar es cómo se construyen y crean nuevas
referencias identificatorias dado que parte de nuestra identidad
queda cuestionada por ser parte de la “clase opresora” del
patriarcado. También implica diversos fenómenos defensivos ante
esta crisis. Una posibilidad es la regresión hacia una masculinidad
tradicional, que refuerza la identidad masculina patriarcal,
rechazando todo rasgo considerado femenino o de debilidad. Esto
ocurre tanto en los varones heterosexuales como en ciertos sectores
de varones gays (por ejemplo, Sáez y Carrascosa señalan cómo
ciertas subculturas gays hipermasculinas se han apropiado del placer
anal, pero no de la feminidad14). También puede suceder lo
contrario: la demonización de cualquier rasgo “masculino” por
considerarlo “patriarcal”.
Nos parece que la propuesta de “deconstrucción” de
la masculinidad simplifica y obstaculiza la transformación de los
varones
A partir de estos desarrollos, nos parece que la
propuesta de “deconstrucción” de la masculinidad simplifica y
obstaculiza la transformación de los varones. Se parte de
un concepto de Jacques Derrida para el análisis del lenguaje que
deja sin cuerpo a la complejidad de esta construcción. La propuesta
de deconstrucción implica desarmar la masculinidad (tradicional).
Si no se toma cómo nos construimos a partir de estas complejas
identificaciones, en su mayor parte inconscientes, será una utopía
transformarla a nivel del lenguaje y del voluntarismo. ¿Qué es
“deconstruirnos”? ¿Y qué tenemos a cambio? ¿Demostrar que uno
no es opresor todo el tiempo? El camino “progre” de asumir que
“no estoy lo suficientemente deconstruido” conlleva “buenas
intenciones”, pero no alcanza, ya que se mantiene en el plano de
la voluntad y la buena consciencia. La exacerbación de la
masculinidad tradicional como su desmontaje -cuyo sentido estaría
definido en gran medida solamente por un rechazo del pasado-
resultan propuestas empobrecedoras. Por otro lado, ¿qué significa
deconstruir la masculinidad de una persona? ¿se puede deconstruir
una persona como se deconstruye un discurso? En todo caso, la
cuestión es cómo podemos lograr que los varones nos paremos de
otra manera en relación a las diversas mujeres y a otros varones.
Finalmente, hay un síntoma revelador: no hay colectivos de
mujeres en luchas que hablen de la “deconstrucción de la
feminidad”. No hace falta el concepto de “deconstrucción”
cuando hay un horizonte claro de luchas y se van transformando las
identificaciones en dicho camino.
La propuesta de despatriarcalización de varones,
mujeres y otrxs permite definir la problemática y no la ilusión de
“deconstruirnos” sin horizonte de lucha contra el patriarcado
En todos los casos, la problemática implica los malestares de
los varones cis a raíz de la entrada en crisis del patriarcado y
con éste el dispositivo de masculinidad dado, que es por así
decir, su brazo armado. Además de los indicadores de
morbimortalidad, tenemos indicadores clínicos psicoanalíticos
singulares: desvalorización sistemática de lo femenino y las
mujeres de su entorno y crisis de pareja motivadas por los
micromachismos15 cotidianos, angustia, temores, violencia
destructiva y autodestructiva, etc. Para comprender la dimensión de
este malestar podemos considerar qué sucedió con los sujetos
socializados para el llamado “Estado de Bienestar” y que
tuvieron que vivir el pasaje a esta fase neoliberal del capitalismo,
tal como lo describe Richard Sennett en La corrosión del
carácter.16 Frente a esta “corrosión” de la masculinidad
“tradicional” encontramos malestar y varios intentos (fallidos)
de solución. Desde un refuerzo retrógrado de la masculinidad
tradicional hasta las salidas “progresistas” que implican
renegar de toda la masculinidad ya que hay que “deconstruirla”
debido a la ecuación varón=patriarcal. La frase “no estoy
suficientemente deconstruido” implica la culpabilización por no
quitarse lo suficiente de macho tradicional… Pero nuevamente, ¿qué
tenemos por delante? ¿Cuál es el proyecto como varones? La
propuesta de despatriarcalización de varones, mujeres y otrxs
permite definir la problemática y no la ilusión de
“deconstruirnos” sin horizonte de lucha contra el patriarcado.
Más de 150 años son suficientes para trazar genealogías, hacer
necesarias críticas ante intentos fallidos y tener un capital
simbólico necesario para la transformación de los varones cis.
Pero esto no será sin luchas colectivas en las que estemos
incluidos todxs: varones cis, mujeres cis, varones y mujeres trans,
no binaries, etc. ¿Por qué las luchas producen transformaciones
subjetivas? Porque producen experiencias que transforman el núcleo
de las identificaciones de nuestra corposubjetividad.
No hay colectivos de mujeres en luchas que hablen de la
“deconstrucción de la feminidad”. No hace falta el concepto de
“deconstrucción” cuando hay un horizonte claro de luchas y se
van transformando las identificaciones en dicho camino
Allí podemos, una vez más, aprender de los movimientos de
mujeres, del colectivo lgbti+ (y en particular el movimiento trans)
donde en las luchas han surgido y continúan surgiendo nuevas
identificaciones, donde permiten rescatar otras formas de ser mujer:
incluirse en un colectivo, trazar genealogías. Las transformaciones
las palpamos en varios eventos: los efectos de las luchas por el
matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y por el cupo
laboral trans y lo que esto posibilitó en lesbianas, gays y trans.
Las luchas también instauran y rescatan genealogías. Al igual que
las luchas de las mujeres tiene una historia de casi dos siglos, la
lucha del movimiento lgtbi+ tampoco surge de la nada, implicó
también rescatar las luchas de los llamados “pioneros” de la
segunda mitad del del Siglo XIX (Karl Ulrichs, Karl-Maria Kertbeny,
etc.) y más acá en el tiempo y en la Argentina, la del FLH. En el
caso de las luchas del colectivo trans, el rescate de las figuras de
Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson en la rebelión de Stonewall solo
para dar algunos ejemplos.
En síntesis, las luchas producen procesos inconscientes de
transformación en las identificaciones en el propio núcleo de
identidad de género. Esto permite hacer nuevas historias, donde se
encuentran referencias identificatorias más allá de las que
aportan los otros de los primeros cuidados.
Hay una renegación de la genealogía de los varones que hemos
luchado contra el patriarcado, que justamente son bifrontes: contra
el capitalismo y el patriarcado.17 Sin luchas bifrontes y sin
genealogías, los varones quedamos huérfanos de herencias de otros
varones cis para luchar contra el patriarcado. Solamente buenas
intenciones de la ilusión de la “deconstrucción” en el plano
voluntarista y consciente, sumado al mandato superyoico de ser más
“justos” y “buenos”.18
Nuevos caminos
El malestar de los varones cis se expresa en distintos planos: la
morbimortalidad, la violencia destructiva y autodestructiva. La
mayoría de nosotros fue subjetivado para sociedades patriarcales en
diverso grado. Si bien entraron en crisis, el fundamento de las
identificaciones nos permite avizorar que serán necesarias luchas
donde se produzcan novedosas identificaciones que permitan
transformaciones subjetivas. Lo que está sucediendo en los últimos
años con los movimientos de mujeres y de lgbti+ permite articular
cómo las luchas sociales producen nuevas identificaciones a partir
de logros. Así como la lucha contra la homofobia es a través de
una perspectiva bifronte y articulada (la social y la instalada en
nuestra propia subjetividad), la lucha contra el dispositivo de
masculinidad del patriarcado también lo es. Los varones cis (tanto
hetero, bisexuales como gays) que pretendemos vínculos democráticos
y con equidad de género tenemos que visibilizar nuestros propios
puntos ciegos siempre agazapados en nuestra corposubjetividad. Es
decir, despatriarcalizarla. Tomar dichos caminos de luchas bifrontes
contra el patriarcado y el capitalismo, rescatando herencias,
permitirán transformar nuestros malestares en potencias.
Notas
1. Cis o cisgénero se refiere a las personas cuya identidad de
género concuerda con el género asignado al nacer, es decir,
quienes no son trans.
2. Flora Tristán (1803-1844) consideraba que las mujeres eran
las “proletarias de los propios proletarios”, y conjugaba
socialismo y feminismo. Carlos Marx defendió sus ideas y la
necesaria conjunción de feminismo y socialismo.
3. Carpintero, Enrique, “La corporsubjetividad”, en El
erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Topía, Bs.
As., 2014.
4. Cf. Fabbri, Luciano, “Género, masculinidad(es) y salud de
los varones. Politizar las miradas” en Fundación Soberanía
Sanitaria (comps.) Salud Feminista. Soberanía de los cuerpos,
poder y territorio, Buenos Aires, Tinta Limón, 2019.
5. Carpintero, Enrique, op. cit.
6. OPS, Masculinidades y salud en la Región de las Américas,
Washington D.C., OPS, 2019.
7. Ministerio de Salud de Argentina, Abordaje de la
morbimortalidad adolescente por causas externas, Buenos Aires, 2017.
8. Fuente: Telam,
https://www.telam.com.ar/notas/202106/557274-diagnostico-cancer-de-prost...
9. Cf. Barzani, Carlos (comp.), Actualidad de Erotismo y
Pornografía, Topía, Buenos Aires, 2015, p. 86.
10. Tajer, Débora, “Construyendo una agenda de género en las
políticas públicas de salud” en Tajer, Débora (comp.), Género
y Salud. Las políticas en acción, Lugar, Buenos Aires, 2012,
p. 20.
11. Freud, Sigmund, “Psicología de las masas y análisis del
Yo” (1921), en Obras Completas, Amorrortu, Bs. As., 1979.
12. En este punto seguimos los desarrollos freudianos de Enrique
Carpintero, con su propuesta de “el giro del psicoanálisis”,
que conjugan los avances que vienen desde Robert Stoller y Emilce
Dio Bleichmar sobre la cuestión de identidad de género.
13. Tajer, Débora, Psicoanálisis para todxs. Por una
clínica pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial, Topía,
Bs. As., 2020.
14. Saéz, Javier y Carrascosa, Sejo, “Leathers, osos y
masculinidad” en Por el culo, Egales, Barcelona, 2011.
15. Luis Bonino define los micromachismos como comportamientos
manipulativos (sutiles, casi imperceptibles) que inducen a la mujer
-a la que son destinados- a comportarse de un modo que perpetúa sus
roles tradicionales de género, con el interés no expresado de
conservar la posición superior y de dominio, incluso y en varones
considerados “innovadores”. Bonino, Luis, “Los micromachismos”
en Revista La Cibeles Nº 2, Madrid, 2004.
16. Sennett, Richard, La corrosión del carácter. Las
consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo,
Anagrama, Barcelona, 2000.
17. Vainer, Alejandro, “La ilusión de la deconstrucción de
los varones. Tras las huellas de los que lucharon contra el
patriarcado”, en Revista Topía Nº87, Buenos Aires,
noviembre 2019. También en
https://www.topia.com.ar/articulos/ilusion-deconstruccion-varones
18. Por ejemplo, ver Jablonka, Iván, Hombres justos. Del
patriarcado a las nuevas masculinidades, Del Zorzal y Anagrama,
Bs. As., 2020. Bacete, Rixtar, Nuevos hombres buenos. La
masculinidad en la era del feminismo, Ediciones Península,
Barcelona, 2017.